ONE MORE YEAR

Estamos de acuerdo en que no somos unos músicos ilustres. Quiero decir que en esta bendita capital, de esta magnífica comunidad autónoma, no hay apenas bandas contemporáneas que merezcan la calificación de capo de la escena… Aunque está meridianamente claro, por otra parte, que sí que existen individuos que inyectan la grandilocuencia (o estupidez) que nos falta a nosotros, los músicos, prudentes protagonistas de todo esto.

Quede claro que sí que atribuyo el calificativo de capo a quien en mi opinión se lo merece, esto es básicamente, me gusten más o menos, a los músicos de la ciudad que llevan años y años apostando fuerte por sus canciones, como Maga, Andy Jarman o José Casas y La Pistola de Papá, entre muy pocos otros.

Sevilla es una de esas ciudades en las que no es posible el empate sin goles; nadie quiere quedar por debajo de nadie y aunque sea en los ámbitos más privados de conversación, todo el mundo da lo mejor de sí mismo para que aquellos que escoge como interlocutores confortables de sus hazañas domésticas les acojan en el beneplácito de darles la razón; y de camino quitársela a los demás (pero siempre detrás del biombo).

Ah, es tan sevillana esta actitud y es tan inocentemente localista…

Pero, por otro lado, ¿qué otra cosa nos queda viviendo donde vivimos? Para bien en muchos casos y para el desastre colectivo en otros muchos nos movemos en un entorno desmemoriado en el que a nadie se le pregunta si es verdad que tal o cual movimiento cultural o musical forma parte de su imaginario personal, de su bagaje o si bien ha empezado a escuchar a tal o cual músico o movimiento sólo porque le gustaba la pinta que gastaba. O peor aún, porque estaba de moda. No es que me parezca mal del todo, al final depende más de cómo esa persona se comunique a sí misma que de cualquier otra cosa el hecho de que yo la soporte más o menos… Algún amigo mío de latitudes más septentrionales, a veces, me ha confesado con estupor no entender los motivos del éxito de ciertos tipos mestizaje musical. En cierta ocasión algún otro se ha reído muchísimo de algún artista de éxito momentáneo, pensando por supuesto que se trataba de un humorista, o al menos de un performer. ¡Qué cosas!... pero la (cruda) realidad es que yo, que ruborizado admito no entender cómo es posible que Pedro The Lion o Denison Witmer no sean artistas mayoritarios, ahora que es tan fácil buscar y encontrar música a través de internet; veo como en estos días que nos tocan es tremendamente fácil que a uno, como músico, lo destierren al más oscuro ostracismo de lo que no mola, como te arrojan al saco de lo que suena a no sé qué banda que ahora es famosa mientras a otros músicos se les encumbra simplemente por haber encontrado unos iconos a los que seguir menos accesibles, menos populares (porque todos sin excepción tenemos dibujos que intentamos calcar). Basta con creerse que uno es muy original, novedoso e importante para intentar que otros se lo crean; pero eso no es suficiente para nada.

Lo que pasa es que esto de El Juego de las Referencias es muy peligroso, porque la falta de prudencia a la hora de halagar o defenestrar a tal o cual banda deja, por lo general, con el culo al aire al vehemente vocero que ose no pensarse un poco ignorante, o al menos que no aplique la humildad a lo que grita. Estamos hartos de leerlo en medios, de oírlo en las calles de nuestro pequeño pueblo del valle del Guadalquivir y lo que es mucho más habitual, de verlo en los innumerables sitios de internet que todos conocemos, los nudos de las redes sociales.

Pero en cualquier caso es Navidad. Y a finales de Diciembre todo el mundo, o casi todo el mundo, se vuelve blando y estúpido en el mejor sentido de la palabra.

Esperamos que el año que viene nos deje cumplir con nuestra parte del trato, que es seguir con la grabación del segundo disco y terminarlo antes de la fecha pactada, tocar y tocar en todas las ciudades donde nos sea posible y bueno, seguir contentos como hasta ahora… ¡que en el fondo no podemos quejarnos, aunque lo hagamos!

Hasta pronto!

e.