THE END, THE CHANGE, WHAT IS YET TO COME.
Hay días en los que te despiertas con toneladas de hormigón armado sobre el pecho porque justo unos segundos antes de abrir los ojos has visto, has sentido, cómo ella se iba a la otra punta del mundo en un avión que despegaba desde un sitio donde sólo debería haber montañas, zorros y liebres. Otros días saltas de la cama como si durante la noche alguien hubiera disuelto las toneladas de acero forjado que te anclaban a los abismos más insalvables y más negros. También hay días muertos y noches putrefactas, claro. Cada día asumo con más tranquilidad que la vida es una sucesión de cambios y que sólo depende de uno mismo entenderlos como finales, principios, cambios de estado; motivos para emborracharse o atiborrarse de tranquilizantes. Muchos de los cambios que nos sacuden, diría que la mayoría de ellos, escapan a nuestro control; o al menos han escapado al mío hasta la fecha, así que no sé si deberíamos clasificar a los que nos rodean por las cosas que les pasan. Cada día estoy más seguro de que lo que nos define como cobardes o valerosos en la forma en la que nos enfrentamos a los cambios que nos ocurren; no es sino cómo nos comportamos ante las puñaladas o las caricias que vamos recibiendo lo que nos moldea, lo que nos hace ser un tipo de persona u otro.
Lamentablemente he visto como gente a la que quería ha tirado a la basura toda su credibilidad a mis ojos comportándose como ratas de laboratorio, cobardes y dúctiles, en ocasiones que exigían que sacasen lo que realmente tendría que haberles definido y que terminó siendo sólo escombros y carbón. Afortunadamente conservo esperanzas en muchos otros y algunos jamás me han decepcionado. Claro que éstas últimas son muchas menos personas de las que podríais imaginar y muchísimas menos de las que me gustaría. Pero, en cualquier caso, este teorema de las decepciones y los aciertos conductuales es tan poco extrapolable que carece por completo de validez.
Es muy tarde, buenas noches.
e.








